LA COMPAÑÍA CARTAGENERA DE NAVEGACION
Cartagena pudo vanagloriarse en el primer tercio del
siglo XX, de poseer una compañía naviera que llevara el nombre de la ciudad y
sus Cuatro Hijos más ilustres por los mares y puertos de Europa. La “Compañía
Cartagenera de Navegación” fue creada por el rico minero Celestino Martínez Vidal, el mismo que construyó para su familia el
Gran Hotel, objeto de admiración ahora y siempre en nuestra Cartagena. En 1907
había en España una veintena de empresas navieras, la gran mayoría bilbaínas, y
en el Mediterráneo teníamos tres en Barcelona, una en Cádiz y nuestra compañía cartagenera.
Su campo de acción eran los puertos españoles como Barcelona o Málaga donde
contaban con un agente y los puertos ingleses como el de Newcastle, y en cuanto al material que transportaban alternaban los
minerales como el carbón con las frutas de la zona de Levante. Su Director
Gerente Antonio Gogorza llegó a ser
vicepresidente de la Cámara de Comercio de Cartagena y precisamente a él se
debe que al nombre oficial de la cámara se le añadiera “de Navegación”. El
puesto de Presidente del Consejo de Administración fue a parar a Sandalio Alcantud, vinculado
familiarmente al fundador pues era su consuegro, y el de Secretario al abogado José Lizana Muñoz que llegó a ser
teniente de alcalde, Juez Municipal, Vicecónsul de Uruguay y Vocal de la Junta
de Protección a la Infancia.
Acción de la Compañía Cartagenera de Navegación
De los cuatro barcos, “San Isidoro”,“Santa
Florentina”, “San Leandro” y “San Fulgencio”, estos dos últimos
fueron hundidos por submarinos alemanes durante la Primera Guerra Mundial. En
Enero de 1917 llegaban las noticias a Cartagena del hundimiento del “San
Leandro” y todos se temían lo peor hasta que se recibió un telegrama que decía
“San Leandro: tripulación salvada llegará
sábado a Hendaya”. El caso del “San Fulgencio” fue mucho más indignante por
cuanto en este caso el submarino alemán
que les interceptó, obligó a su capitán Jaime López y a los tripulantes cartageneros a llevar seis bombas a
la bodega del barco y una vez abandonados procedieron a disparar contra él
hundiéndolo. Por suerte una barca de pescadores franceses los encontró y los
remolcó hasta un pueblo llamado Les Sables d´Olonne, y en Nantes el cónsul les
vistió, les dio dinero y pudieron regresar a Cartagena. La pérdida de estos dos
barcos, unida a la gran crisis de la minería de los años veinte, provocó que
tras varias amenazas de liquidación la compañía desapareciera para siempre en
1930.
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